“El Señor ha
estado Grande con nosotros, y estamos alegres”
(Salmo 125)
Estas
palabras del salmista, las tomo para dar Gracias a Dios por todo lo que pone en
mi vida.
Me
presento, soy Luis Alfredo Romero Pliego, seminarista diocesano de Albacete. Tengo 24 años y estoy supercontento con el regalo que el
Señor me ha hecho de la vocación al sacerdocio en el seno de mi familia y de mi
parroquia de san Sebastián en Villarrobledo.
Mi
historia vocacional no es que sea muy grandilocuente, pero por el mero hecho de
ser del Señor, ya es especial y especifica. Puedo decir que me han crecido los
dientes por los pasillos y los bancos de la iglesia. Tengo en la memoria esa
imagen de niño acompañando a mi madre a limpiar la parroquia con un grupo de
mujeres a las cuales incordiaba en la faena, y para que dejara de molestarlas,
me daban un trapo y me decían que limpiase el último banco de todos y así ellas
poder trabajar mejor. Esto que algo puramente anecdótico, es algo que me ha
hecho sentirme parte de esta gran familia de cristianos que peregrinan en mi
pueblo y en mi barrio.
En la
época de la catequesis de primera comunión, sabéis que los niños/as tienen un
referente en sus vidas, ya sea un futbolista, un cantante, etc. Pero en mi
caso, mi referente era el sacerdote de mi parroquia, un hombre cercano, alegre,
joven, simpático… que me llamaba mucho la atención todo eso. Empecé de
monaguillo siendo un “trasto”, pero el Señor ahí me quería, tal y como era.
Después de tomar la comunión seguí en la parroquia con Junior y con mucha
ilusión continúe. Por aquellos años cambiaron al párroco y este me invitó a un
campamento que organizaba el seminario para el verano y al cual tenía muchas
ganas de ir, pero cuando llegue les dije a mis padres que me quería volver, que
no quería estar ahí. Ahora cada vez que visito ese lugar y me acuerdo de ese
momento me resulta muy gracioso.
Al acabar
junior empecé confirmación y al poco tiempo llegó la famosa y conocida como
“edad del pavo”, aquí el referente cambió y pasaron a ser otros, pero si que
doy Gracias a Dios porque aun así, no deje de ir a la parroquia durante ese
tiempo. Esa etapa acabó y un año antes de confirmarme me ofrecieron ser
catequista y me ilusionó mucho poder enseñar a los niños de poscomunión lo
mismo que yo había aprendido y así poder acercar a los jóvenes a Jesús.
Ahora
destacaría tres momentos importantes de mi vocación y los cuales me hicieron
darme cuenta de que era lo que el Señor quería de mí:
El primero
es el día de mi confirmación. No había formas en la parroquia y me acerque esa
misma mañana al convento de clarisas a recogerlas, al ver a la Madre Abadesa le
dije que rezaran por mi porque me confirmaba y también le pedí que rezara por
mi vocación, y ella me dijo algo que me hizo pensar mucho: “mira Alfre, el
Señor quiere que tú seas cura, pero eres tu el que le estas diciendo que no”.
Me quede sin palabras ante algo así y esas palabras resonaron mucho en mi
interior y volvían a aparecer una y otra vez. Además, nuestro obispo D. Ciriaco
al acabar la celebración de nuestra confirmación nos invitaba a descubrir
nuestra vocación.
Otro de
los momentos fue en la jornada mundial de la juventud de Sídney al año
siguiente. Asistí con el grupo de scout Hermano Lobo de la parroquia del
Sagrado Corazón de Albacete a un encuentro paralelo al de Australia que se
celebraba en Javier (Navarra) y allí el domingo a las 2:30 de la madrugada, hora
española, el Papa Benedicto XVI decía a los jóvenes lo siguiente: “Jóvenes que
os planteáis la llamada al sacerdocio y a la vida consagrada, no tengáis miedo
en decirle que sí a Cristo y fiaros por completo de Él”. Esto me recordaba a
las palabras de aquella hermana. Alguno de los que nos acompañaban en el viaje
se giró y me dijo: “¿Te has enterado?”. Y me tocó decir que si. Este momento me
suena al de la llamada de los algunos de los Apóstoles, donde el Evangelio nos
indican hasta la hora: “serian las 4 de la tarde” y es que cuando algo es del
Señor, al ser tan grande, recuerdas hasta los más pequeños detalles.
El ultimo
de todos fue el día de Domingo de Resurrección del siguiente año (como vemos,
cada cosa en un año). Yo ya le había dicho al señor obispo, hacia 2 semanas,
que al acabar 2º de bachillerato me gustaría entrar al seminario y me dijo que
“animo y adelante”. Esas palabras me hicieron darme cuenta de que ese regalo
tenia que ser algo muy grande. Ese domingo, después de lo anterior, recibí al acabar
la Misa una estampa que solo eran colores y que llevaba una palabra escrita:
“CONMIGO”. Y ya fue cuando di el paso de entrar al seminario.
Si, es
verdad, el Señor cuenta conmigo a pesar de mis limitaciones y de mis fallos
pero no deja nunca de quererme y se ha fijado en mí para llevar su plan de
salvación a todos los hombres. Hay una anécdota que me hace mucha gracia y que
comparto; una noche, la novia de un amigo, me pregunto: “¿qué tal por el
seminario?” A lo cual, antes de responder me empezó a salir la típica
sonrisilla que les sale a los enamorados cuando les preguntan por el chico o la
chica que les gusta, entonces dije: puede ser que este en momento mas feliz de
mi vida. Ella me dijo: te creo Luis, en
los años que te conozco, nunca te había visto esa sonrisa.
Al final
de este curso hemos vivido en la parroquia las confirmaciones de jóvenes y de
adultos. Junto a este motivo, se unió mi rito de Admisión a las Ordenes
Sagradas, mi presentación pública como un candidato que será ordenado sacerdote
un día, si Dios quiere.
El Señor
siempre nos sorprende y busca siempre lo mejor para nosotros. Espero que estas
palabras, que son mi testimonio de vida os puedan servir. Que siempre le
preguntes al Señor que es lo que quiere de ti y cuando lo descubras, serás
feliz.
Cuento con
vuestra Oración a María de la Paz, tan querida en nuestra parroquia, que es esa
Madre que nos protege y que nos lleva siempre a su hijo Jesús, para que Él, que
ha empezado esta obra buena en mi, la lleve a buen termino.
En Jesús y María.
Luis Alfredo Romero Pliego
Seminarista diocesano de Albacete
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