SAN SEBASTIÁN, 50 AÑOS DE PARROQUIA

SAN SEBASTIÁN, 50 AÑOS DE PARROQUIA
Lugar de oración, encuentro, proyectos, ilusiones...

sábado, 6 de septiembre de 2014

NUESTRO QUERIDO LUIS ALFREDO





“El Señor ha estado Grande con nosotros, y estamos alegres”
(Salmo 125)
Estas palabras del salmista, las tomo para dar Gracias a Dios por todo lo que pone en mi vida.
Me presento, soy Luis Alfredo Romero Pliego, seminarista diocesano de Albacete. Tengo 24 años y estoy supercontento con el regalo que el Señor me ha hecho de la vocación al sacerdocio en el seno de mi familia y de mi parroquia de san Sebastián en Villarrobledo.
Mi historia vocacional no es que sea muy grandilocuente, pero por el mero hecho de ser del Señor, ya es especial y especifica. Puedo decir que me han crecido los dientes por los pasillos y los bancos de la iglesia. Tengo en la memoria esa imagen de niño acompañando a mi madre a limpiar la parroquia con un grupo de mujeres a las cuales incordiaba en la faena, y para que dejara de molestarlas, me daban un trapo y me decían que limpiase el último banco de todos y así ellas poder trabajar mejor. Esto que algo puramente anecdótico, es algo que me ha hecho sentirme parte de esta gran familia de cristianos que peregrinan en mi pueblo y en mi barrio.
En la época de la catequesis de primera comunión, sabéis que los niños/as tienen un referente en sus vidas, ya sea un futbolista, un cantante, etc. Pero en mi caso, mi referente era el sacerdote de mi parroquia, un hombre cercano, alegre, joven, simpático… que me llamaba mucho la atención todo eso. Empecé de monaguillo siendo un “trasto”, pero el Señor ahí me quería, tal y como era. Después de tomar la comunión seguí en la parroquia con Junior y con mucha ilusión continúe. Por aquellos años cambiaron al párroco y este me invitó a un campamento que organizaba el seminario para el verano y al cual tenía muchas ganas de ir, pero cuando llegue les dije a mis padres que me quería volver, que no quería estar ahí. Ahora cada vez que visito ese lugar y me acuerdo de ese momento me resulta muy gracioso.
Al acabar junior empecé confirmación y al poco tiempo llegó la famosa y conocida como “edad del pavo”, aquí el referente cambió y pasaron a ser otros, pero si que doy Gracias a Dios porque aun así, no deje de ir a la parroquia durante ese tiempo. Esa etapa acabó y un año antes de confirmarme me ofrecieron ser catequista y me ilusionó mucho poder enseñar a los niños de poscomunión lo mismo que yo había aprendido y así poder acercar a los jóvenes a Jesús.
Ahora destacaría tres momentos importantes de mi vocación y los cuales me hicieron darme cuenta de que era lo que el Señor quería de mí:
El primero es el día de mi confirmación. No había formas en la parroquia y me acerque esa misma mañana al convento de clarisas a recogerlas, al ver a la Madre Abadesa le dije que rezaran por mi porque me confirmaba y también le pedí que rezara por mi vocación, y ella me dijo algo que me hizo pensar mucho: “mira Alfre, el Señor quiere que tú seas cura, pero eres tu el que le estas diciendo que no”. Me quede sin palabras ante algo así y esas palabras resonaron mucho en mi interior y volvían a aparecer una y otra vez. Además, nuestro obispo D. Ciriaco al acabar la celebración de nuestra confirmación nos invitaba a descubrir nuestra vocación.
Otro de los momentos fue en la jornada mundial de la juventud de Sídney al año siguiente. Asistí con el grupo de scout Hermano Lobo de la parroquia del Sagrado Corazón de Albacete a un encuentro paralelo al de Australia que se celebraba en Javier (Navarra) y allí el domingo a las 2:30 de la madrugada, hora española, el Papa Benedicto XVI decía a los jóvenes lo siguiente: “Jóvenes que os planteáis la llamada al sacerdocio y a la vida consagrada, no tengáis miedo en decirle que sí a Cristo y fiaros por completo de Él”. Esto me recordaba a las palabras de aquella hermana. Alguno de los que nos acompañaban en el viaje se giró y me dijo: “¿Te has enterado?”. Y me tocó decir que si. Este momento me suena al de la llamada de los algunos de los Apóstoles, donde el Evangelio nos indican hasta la hora: “serian las 4 de la tarde” y es que cuando algo es del Señor, al ser tan grande, recuerdas hasta los más pequeños detalles.
El ultimo de todos fue el día de Domingo de Resurrección del siguiente año (como vemos, cada cosa en un año). Yo ya le había dicho al señor obispo, hacia 2 semanas, que al acabar 2º de bachillerato me gustaría entrar al seminario y me dijo que “animo y adelante”. Esas palabras me hicieron darme cuenta de que ese regalo tenia que ser algo muy grande. Ese domingo, después de lo anterior, recibí al acabar la Misa una estampa que solo eran colores y que llevaba una palabra escrita: “CONMIGO”. Y ya fue cuando di el paso de entrar al seminario.
Si, es verdad, el Señor cuenta conmigo a pesar de mis limitaciones y de mis fallos pero no deja nunca de quererme y se ha fijado en mí para llevar su plan de salvación a todos los hombres. Hay una anécdota que me hace mucha gracia y que comparto; una noche, la novia de un amigo, me pregunto: “¿qué tal por el seminario?” A lo cual, antes de responder me empezó a salir la típica sonrisilla que les sale a los enamorados cuando les preguntan por el chico o la chica que les gusta, entonces dije: puede ser que este en momento mas feliz de mi vida. Ella me dijo: te creo Luis, en los años que te conozco, nunca te había visto esa sonrisa.
Al final de este curso hemos vivido en la parroquia las confirmaciones de jóvenes y de adultos. Junto a este motivo, se unió mi rito de Admisión a las Ordenes Sagradas, mi presentación pública como un candidato que será ordenado sacerdote un día, si Dios quiere.
El Señor siempre nos sorprende y busca siempre lo mejor para nosotros. Espero que estas palabras, que son mi testimonio de vida os puedan servir. Que siempre le preguntes al Señor que es lo que quiere de ti y cuando lo descubras, serás feliz.
Cuento con vuestra Oración a María de la Paz, tan querida en nuestra parroquia, que es esa Madre que nos protege y que nos lleva siempre a su hijo Jesús, para que Él, que ha empezado esta obra buena en mi, la lleve a buen termino.

En Jesús y María.
Luis Alfredo Romero Pliego
Seminarista diocesano de Albacete






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